2013
08 May.2013 - 18 Ago.2013
Artistas
Curaduría
Esta exposición se concibe como un campo de tensiones estéticas, incluye obras tanto modernas como contemporáneas, de artistas extranjeros y nacionales, para indicar diferencias y convergencias entre lo local y los cánones internacionales del mainstream, sean éstos modernos o recientes. La selección de obras se ciñe por las cualidades pictóricas matéricas, la ambivalencia entre abstracción y figuración precolombinas, las técnicas artesanales, como también los paisajes rurales, populares y mediáticos de los anuncios y los rótulos urbanos.
Tamayo hablaba mucho de generosidad y educación (ya que no había obras de arte moderno en ninguno de los museos del país que sensibilizaran al público local), pero parece claro que su interés en construir una colección también respondía a su propia obra, permitiéndole así diferenciarse de sus compañeros de generación y de la “Escuela Mexicana”
Olivier Debroise, 2001
En la Biblia podemos encontrar la famosa afirmación de que no hay nada nuevo bajo el sol.
Evidentemente, esto es cierto, sin embargo, en el museo no hay ningún sol.
En el 2000 el historiador del arte Olivier Debroise llevó a cabo la exposición Tamayo en el torbellino de la modernidad, a la par que colocaba en perspectiva crítica las intenciones subyacentes a la construcción del Museo Tamayo. De forma paralela a la vida del artista oaxaqueño, esta institución tiene sus antecedentes en las controversias entre el muralismo nacionalista –cuya máxima descansaba en la consigna que inscribió David Alfaro Siqueiros en 1944: “No hay más rutas que la nuestra” –y la visión internacionalista defendida por Rufino Tamayo.
El Museo Tamayo sería una plataforma para visibilizar el arte contemporáneo internacional en suelo mexicano, subsidiado por la iniciativa privada. Aunque temporalmente distante a los años hegemónicos de la Escuela Mexicana, tal empresa encontraría su misión como consecuencia de las disputas de la modernidad entre la figuración, el realismo y la abstracción, el muralismo y la pintura de caballete y la aspiración universal del arte.
Hay más rutas que la nuestra se concibe como un campo de tensiones estéticas entre las colecciones del Museo de Arte Prehispánico Rufino Tamayo, en Oaxaca, y la de este museo de arte internacional. De manera similar a las pugnas artísticas que dieron aliento al Museo Tamayo, la muestra incluye obras prehispánicas, modernas y contemporáneas para contraponer los modos de asimilación de lo autóctono con los cánones internacionales del mainstream, sean éstos modernos o recientes. Para ellos, las obras y los documentos expuestos evocan al “realismo” de la Escuela Mexicana, en la medida en que confrontan a la retórica nacionalista con los lenguajes abstractos del arte internacional y las estrategias contemporáneas de apropiación simbólica y crítica del idealismo de la modernidad.
La selección de obras se inclina por las cualidades pictóricas matéricas, la ambivalencia entre abstracción y figuración precolombinas las técnicas artesanales, como también los paisajes rurales, populares y mediáticos de los anuncios y los rótulos urbanos. Por otra parte, la presentación del tapiz de gran formato, Henequén rojo y negro, de Josep Grau –Garriga (1981), aunado al Mural Sol, de Gabriel Orozco (2000), y el Muro Baleado de Teresa Margolles (2009), incitan a pensar otras narrativas después de la modernidad cosmológica y universal de los contemporáneos de Tamayo. De forma general, las relaciones entre estas obras despliegan –más que una historiografía- otras rutas, posturas y modelos estéticos que se confrontan al tiempo que muestran, desde los lenguajes internacionales del arte, complejas “realidades sociales”.